IM VETERINARIA #53

68 Particularidades Otro aspecto de la etología se encarga de estudiar si un comportamiento animal tiene bases genéticas o es aprendido. Para ayudarnos a diferenciar ambos conceptos, la directora de Etolia – etología veterinaria nos comenta que la base genética se refiere a comportamientos que están programados en el ADN del animal, que pueden manifestarse sin necesidad de experiencias previas y que se expresan de manera similar en todos los miembros de la especie. Por el contrario, el aprendizaje implica “la adquisición de comportamientos a través de la experiencia y la interacción con el entorno, por ejemplo, un perro puede aprender que si utiliza el ladrido en un momento concreto consigue un resultado determinado, como puede ser una caricia o salir a la calle”. De ahí que existan grandes diferencias entre un comportamiento con base genética y uno aprendido. Fundamentalmente, porque los comportamientos con base genética tienden a ser más innatos y menos susceptibles a modificaciones, mientras que los aprendidos son más moldeables y dependen más de la experiencia. “La combinación de ambos tipos de comportamientos contribuye a la complejidad y adaptabilidad de la conducta animal”, matiza. Los hogares españoles cuentan, en su mayoría, con un perro o un gato como mascota, por lo que le preguntamos si existe mucha diferencia entre los dos a la hora de aplicar los fundamentos de la etología. Sobre todo, si tenemos en cuenta que ambas son especies diferentes, con necesidades y comportamientos distintos. “Es importante tener en cuenta estas diferencias a la hora de aplicar los fundamentos de la etología y atender a sus necesidades físicas, sociales y emocionales. Los perros son animales sociales y llevan miles de años co-evolucionando junto a los humanos, por lo que, hoy en día, son un miembro más de nuestras familias. Los gatos, aunque se consideran más sociales facultativos y ocupan un lugar en ocasiones más distante dentro del hogar, también están alcanzando actualmente fuertes vínculos sociales y emocionales con las personas de su familia humana”, comenta. Por ello, tal y como afirma la experta, lo importante en ambos casos es actuar conforme a las necesidades generales de la especie y, en particular, de cada individuo y cada circunstancia familiar. Debido a esas particularidades de cada especie, la etología también debe aplicarse de manera diferente. En el caso de los felinos, la modificación del comportamiento puede llevarse a cabo, si bien hay que tener en cuenta sus diferencias con los perros. Ya que cada especie se comporta de una determinada manera, que viene predeterminada por su genética, su lugar y su forma de vida, por lo que es erróneo hacer comparaciones con los perros. “Los gatos, en general, son animales más apegados al territorio y menos sociales que los perros, por lo que es necesario adaptar las técnicas de intervención a sus necesidades. Se otorga gran importancia al enriquecimiento ambiental, sobre todo en gatos que no tienen acceso al exterior, y a la comprensión de su lenguaje corporal para abordar problemas conductuales y físicos, y así mejorar su bienestar”, matiza. Con ello, la aplicación de dichas técnicas, adaptadas a cada individuo y a cada situación, contribuirá de manera significativa a la gestión y mejora de su comportamiento. La idiosincrasia de los felinos hace que se tengan que poner en práctica distintas herramientas y enfoques a la hora de comprender y modificar su comportamiento, Así, por ejemplo, en el condicionamiento positivo se emplean estímulos positivos, como comida o juego, para promover comportamientos deseables y asociar estímulos negativos, o que podrían convertirse en negativos, y promover emociones positivas. Por su parte, el enriquecimiento ambiental tiene que ver con todo aquello que hace que el gato encuentre bienestar como especie, tanto el bienestar físico y psíquico como el emocional y social. “Esto se consigue respetando, al máximo, los cinco pilares principales de necesidades medioambientales de un gato; es decir, proporcionarle un lugar seguro, recursos básicos, oportunidades adecuadas para juegos de caza, contacto con el humano de manera predecible y positiva, y un ambiente respetuoso con el sentido del olfato”, concluye Rosana Álvarez. O el uso de feromonas felinas artificiales, en forma de difusores y sprays, así como suplementos naturales, que pueden ayudar a reducir el estrés en los gatos, en determinadas situaciones, como mudanzas o la introducción de nuevos miembros en la familia. Toda una serie de herramientas que se aplican de manera integral, adaptándose a las necesidades individuales de cada animal y con un enfoque centrado en mejorar el bienestar y la relación con sus cuidadores. Pues la comprensión profunda de sus necesidades naturales y la aplicación de técnicas basadas en el respeto y la empatía son fundamentales para lograr una convivencia armoniosa entre animales y humanos. “ES IMPORTANTE TENER EN CUENTA LAS DIFERENCIAS ENTRE PERROS Y GATOS A LA HORA DE APLICAR LOS FUNDAMENTOS DE LA ETOLOGÍA Y ATENDER A SUS NECESIDADES FÍSICAS, SOCIALES Y EMOCIONALES”

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