IM VETERINARIA #46

80 im veterinaria Por ello, la etología es adecuada utilizarla en múltiples situaciones, si bien el veterinario-etólogo Felipe Fuentes nos destaca tres aspectos, a su entender, fundamentales. El primero sería cuando un animal acude a la clínica, ya sea para tratamientos preventivos o por estar enfermo, la aplicación de un buen manejo, basado en conocimientos de etología, facilitará el desarrollo de la consulta o la hospitalización, “de una manera lo menos estresante posible para el animal, redundando en una mejor exploración, toma de muestras, aplicación de tratamientos, etc. Y en unamayor calidad de bienestar del animal, lo cual influirá, asimismo, en una mejor recuperación”. El segundo de los criterios tiene que ver con lo que se denomina ‘diagnóstico diferencial de enfermedades’, es decir, “en su etiología debemos tener en cuenta alteraciones de comportamiento que pueden estar implicadas. Por ejemplo, un perro que se persigue el rabo continuamente. Esto podrá ser por causas orgánicas (dolor, prurito, sacos anales afectados, etc.), o bien porque podría estar implicada una conducta compulsiva”. El último de los aspectos tiene que ver con la posibilidad de poder diagnosticar y tratar enfermedades con causas comportamentales. Sobre todo, porque, dentro de los objetivos de la etología cabe destacar la prevención de los problemas de comportamiento y también, en el caso de que ya se hubiesen producido, llegar a su diagnóstico, a las causas que contribuyen a su desarrollo, “gracias a la información facilitada por los tutores o cuidadores del animal, de la observación de las conductas del animal, de la exploración veterinaria y de las pruebas médicas necesarias para descartar posibles causas orgánicas que lo provoquen o que se solapen, contribuyendo al problema”, tal y como nos explica Felipe Fuentes. Por su parte, la etología clínica o medicina del comportamiento se encarga de abordar, además, las alteraciones de los comportamientos. Relación especial Y ya que ha puesto el ejemplo de los perros y los gatos, e incluso de otros animales, nos atrevemos a preguntar al veterinario-etólogo si existe mucha diferencia a la hora de aplicar los fundamentos de la etología entre ambas especies. “Aunque en muchos aspectos las bases son las misas, sí hay diferencias importantes”, subraya. “Los orígenes de ambas especies son muy diferentes. Mientras el perro proviene del lobo, un animal social de grupo y su proceso de domesticación es muy largo, en torno a 30.000 años, el gato proviene de una especie territorial, que tendía a vivir solo, exceptuando épocas de celo, con un periodo de domesticación mucho menor, alrededor de los 10.000 años. Todo ello crea una serie de diferencias en su forma de relacionarse con nosotros”. En ambos casos, como señala Fuentes, lo ideal es acudir a un etólogo en el momento en que tomamos la decisión de adoptar un cachorro o cuando el cachorro ya ha sido adoptado. Porque la idea es llevar a cabo una medicina preventiva, minimizando posibilidades de que surjan los problemas. “Por tanto, cuantomás nos anticipemos, mejor será para el animal”. Centrándonos especialmente en el caso de los perros, una especie muy social y que necesita vivir en grupos, queremos indagar acerca de si la etología podría corregir este comportamiento, en el caso de que un perro fuera poco sociable. “Cuando los perros tienen un periodo de socialización adecuado, conviviendo con otros perros, personas, incluso otras especies y sin experiencias negativas en su desarrollo posterior, no tendrán miedos en el futuro a convivir con ellos. Podrán disfrutar de su presencia. Pero si esto no es así y se trata de animales que evitan el acercamiento de otros, la etología puede ayudar a intentar revertirlo, consiguiendo mayor nivel de bienestar para el animal”, afirma. En el polo totalmente opuesto tenemos la relación de apego entre el perro y su familia humana. “Cuando el cachorro nace tiende a apegarse a su madre. La madre no abandona casi el nido, se establece relación muy íntima, pero según va creciendo, la madre, de forma natural, cada vez pasa menos tiempo con los cachorros, empieza a rechazarlos en muchos momentos y poco a poco se va reduciendo el apego hacia la madre, surgiendo un apego más hacia los miembros de la manada o de la familia humana que ha adoptado al cachorro. Este vínculo con la persona le proporciona seguridad y bienestar, pero si se produce un hiperapego es cuando surgen los problemas por separación”, concluye.

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