IM VETERINARIA #43

69 im veterinaria “Toda la comunidad veterinaria está más concienciada, ya que no es solo un problema de una zona de España sino de cada vez más zonas y áreas geográficas. Todos estamos muy alineados en eso: detección temprana, desarrollo de tratamientos eficaces, medidas de prevención y, en los últimos años, desarrollo de vacunas que están siendo muy eficaces para el tratamiento y la prevención”, detalla. La leishmania ha venido para quedarse Su fama como patología de carácter estival ha pasado a mejor vida. “Ya se ha establecido como una enfermedad que debemos prevenir durante todo el año”, asume Gómez. De ahí que el veterinario, cuando recibe a un paciente en consulta, realiza entre sus diagnósticos diferenciales uno para descartar a este parásito. Al estar “en las quinielas” de las clínicas veterinarias, se está apostando por “trabajar en métodos de detección y prevención”, en vista de lo difícil que es evitar que se extienda. La veterinaria de Clinicanimal va más allá y reconoce: “Con el cambio climático, para mí, en Andalucía, ha dejado de verse ya como una enfermedad solo de verano”. Precisamente, esta época estival han notado un aumento en la incidencia de leishmania respecto a años anteriores. También está habiendo mayor número de consultas, un aspecto que celebra porque “el propietario está cada vez más concienciado y acude ante cualquier sospecha de enfermedad”. Por su parte, desgrana: “Los veterinarios estamos haciendo también mayor hincapié en labores de detección temprana”. Los lugares más afectados en España han sido Baleares, donde a uno de cada dos perros se les ha diagnosticado leishmania; Málaga, con hasta un 35% del total de pacientes caninos; y las zonas habituales, como Andalucía, la costa levantina, Cataluña. Y zonas en las que hasta ahora no había, como Galicia o Álava. Prevención, el primer mandamiento Por esta razón, prevenir que avance la enfermedad es donde pone el acento la veterinaria. En Clinicanimal, cuenta, se llevan a cabo campañas de detección y tratamiento con la vacuna “un par de veces al año”, principalmente cuando acaba el verano. Cuando acuden a consulta, se les realiza un test rápido (apenas dura diez minutos) para detectar si ha sufrido una exposición o no al parásito, o si ya tiene la enfermedad. Pero la principal prevención comienza en casa: Gómez recomienda utilizar repelentes de mosquitos; evitar los paseos a las horas de mayor actividad de estos insectos (primera hora de la mañana o cuando anochece), o el uso de mosquiteras, entre otras medidas. En el caso de la clínica veterinaria, la vacuna puede ser muy efectiva “en estadios iniciales de la enfermedad”. “Cuantas más medidas tengamos para prevenirlo, menos riesgos de tener la enfermedad. Desgraciadamente, sabemos que es una enfermedad crónica”, reconoce. Si bien se consigue en ocasiones la “remisión de síntomas clínicos y buena calidad del nivel de vida”, normalmente son tratamientos largos y desde un enfoque multimodal. En ese aspecto, el papel del propietario del paciente es fundamental. Gómez percibe “cada vez más concienciación”; en consulta, la labor del veterinario es enfatizar qué síntomas “pueden ser detectables en casa”. No obstante, el momento determinante es cuando aparece un caso en el entorno cercano. “Es ahí cuando realmente se conciencian”, confiesa. A falta de conocimiento y detección, lo ideal es llevar al animal de compañía “mínimo cada tres meses” para realizar una desparasitación interna, externa y hacerles seguimiento. Los momentos clave serían tras volver de una zona endémica; tras el verano; y ante la aparición de síntomas sospechosos: “Pérdida de apetito, peso, lesiones dermatológicas, como alopecia periocular (alrededor de los ojos)…” son solo algunos de ellos. Remisión clínica, sí; cura, no Hace no tanto, diagnosticar leishmania tenía muchas probabilidades de suponer la eutanasia del animal. Hoy, reconoce Gómez, hay “más tasas de éxito en tratamientos, de curación clínica (aunque siempre se va a quedar como reservorio) llevando una calidad de vida normal y conseguir un estado de salud lo más parecido a la normalidad”. Para combatirla, existen tratamientos “agresivos” con posibles efectos secundarios que obligan a monitorizar “de cerca” otros órganos que pueden verse afectados. En la actualidad hay “tres piedras filosofales” sobre las que se asientan los tratamientos frente al parásito. Por un lado, algún producto leishmanicida o leishmanostático, como el antimoniato de meglumina o la miltefosina, durante unos 28 o 30 días de duración. Todo dependerá del estadiaje y la condición del paciente, y de la disponibilidad del propietario. La tercera vía, más a largo plazo, es el alopurinol. Pero han aparecido otros más recientes, como la domperidona, una solución oral de aplicación cuatrimestral que ayuda “a cambiar la inmunidad del paciente y hacerlo más capaz de defenderse ante la invasión del parásito”.

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