IM VETERINARIA #40

im veterinaria 92 tidas con animales están al nivel de otras terapias para tratar aspectos emocionales y de conducta. Pero con un factor diferencial: la motivación por colaborar con el perro es mayor. Para la Fundación es muy satisfactorio colaborar con la DGAIA para contribuir al bienestar emocional de los menores, mejorar su comunicación con su entorno y, en definitiva, incrementar su calidad de vida”, afirma Isabel Buil, directora de la Fundación Affinity. Tanto es así que este programa, que ha obtenido excelentes resultados, avala el trabajo de la Fundación en este campo. En este sentido, los investigadores de la Cátedra de Fundación Affinity “Animales y Salud” han demostrado que las terapias asistidas con animales de compañía colaboran a mejorar el estado físico, emocional y mental de los menores, contribuyendo a incrementar su autoestima y su confianza, pues se sienten más seguros con los perros, lo que les permite, asimismo, mostrar sus sentimientos. Relación de seguridad De todos es sabido los beneficios que aporta el trabajo con perros de terapia, sobre todo, porque durante la puesta en marcha de estas sesiones se aprovechan los valores intrínsecos del animal, es decir, la respuesta invariable, fidelidad, incapacidad de emitir juicios de valor, etc., de tal manera que se facilita, y mucho, la labor del educador o terapeuta. Algo que conoce muy bien la Fundación Affinity, que fue la primera entidad en apostar por las intervenciones asistidas con animales de compañía en España hace 30 años. Así, entre los principales beneficios que aporta trabajar con perros destacan los fisiológicos (como la relajación y la disminución de la presión arterial o el aumento de la oxitocina); cognitivos, (al favorecer todos los procesos de aprendizaje, la atención y la concentración); emocionales, (ya que mejora su expresión verbal y no verbal, la empatía y su implicación); y, por último, beneficios relacionales, pues mejora la comunicación, la capacidad de escuchar y de trabajar en equipo, entre otros. En este caso concreto del programa HUSCAN, las terapias de este tipo tienen como objetivo fundamental mejorar la comunicación de los menores con los profesionales de la salud, además de reducir el estrés. Como señalan desde la Fundación Affinity, durante las sesiones también se realizan actividades donde se trabaja el reconocimiento de emociones y dinámicas de comunicación física y verbal, aprovechando la presencia del perro. Sobre todo, porque el perro, en estos casos, actúa como un espejo a partir del cual se pueden trasladar experiencias y aprendizajes de la realidad del menor. “La vinculación que se establece entre el niño y el perro se percibe como una relación de seguridad, porque el perro no juzga y esto permite que el niño o la niña esté más abierto a la intervención de los profesionales y que, por tanto, se establezca una comunicación mucho más tranquila”, comenta Maribel Vila. Asimismo, la manera de comunicarse, de establecer límites en la relación o las caricias al perro sirven como modelo y punto de partida para trabajar estos aspectos en el ámbito de las relaciones interpersonales. En el caso concreto del programa HUSCAN trabajan tres perros, Haritz (labrador), Bruc (Boder Collie) y una perrita pequeña llamada Pipa, junto a un experto en intervenciones asistidas con animales que guía la interacción con el perro y los niños. Los tres canes que participan son adoptados y, como nos indica la responsable de terapias de Fundación Affinity, todos los perros de terapia deben de cumplir unos estrictos criterios, entre ellos, que les guste de manera natural el contacto social, puesto que serán acariciados constantemente; que les guste trabajar, ya que es la base de las terapias; que sean predecibles y equilibrados; que tengan una buena obediencia básica y habilidades, etc. “En este proyecto en particular, se han elegido dos perros con características diferentes, de tal manera que, cada uno de ellos, aporta algo necesario al programa. Bruc es un border collie adoptado, tiene siete años y es un perro muy tranquilo, sumiso, que ofrece mucho apoyo emocional y seguridad en las primeras visitas. Mientras que Haritz, un labrador de cuatro años, también adoptado, es un perro más enérgico, dinámico, y con él trabajamos aspectos como el establecimiento de límites, la asertividad y la comunicación verbal, entre otros”, concluye. “La vinculación que se establece entre el niño y el perro se percibe como una relación de seguridad, porque el perro no juzga”

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