67 humana, pero a velocidad muy diferente”. “En cardiología humana realizan cosas increíbles, sobre todo, a nivel quirúrgico en enfermedades congénitas y trasplantes. Cosas que no son accesibles para nosotros”, indica. Una especie ‘con vida propia’ Respecto a la cardiología felina, Jorro señala que “es un área muy particular en relación con el resto de la especialidad”. “Los gatos son una especie que creo que tiene vida propia. Además, son muy susceptibles a cualquier cambio y sensibles a cualquier patología que puedan tener. Pero muchas veces, cursan síntomas poco específicos de una patología en concreto, con lo cual, nos cuesta determinar el origen del problema”, expone. También se refiere a las limitaciones de la cardiología felina, sobre todo, en enfermedades como la miocardiopatía hipertrófica. “Son patologías con un posible componente genético, pero no en todas las especies está estudiado. Asimismo, cada una evoluciona de una manera”. Por lo tanto, “es muy difícil erradicarlas, pues el hecho de que un animal no sufra de cierta patología no descarta que la pueda desarrollar en un futuro; es decir, eliminar líneas de cría con esta patología es bastante complicado”. Otra limitación, según Jorro, es la tendencia de los gatos “a mostrar cambios morfológicos cardíacos con gran facilidad, lo que complica en ocasiones la interpretación diagnóstica, tanto para bien como para mal”. Esto puede llevar, incluso, a sobrediagnosticar patologías cardíacas que no son reales o que corresponden únicamente a alteraciones transitorias. De ahí la importancia de valorarlas con frecuencia. Igualmente, “los gatos suelen ser difíciles de manejar, lo cual es un gran inconveniente para conseguir que se adhieran a un tratamiento crónico”. En este contexto, apunta que el envejecimiento también tiene un gran peso en la cardiología. No obstante, ahora mismo un gato puede vivir 18 o 19 años, casi el doble que hace unos años. “Los animales viven cada vez más tiempo y, en consecuencia, desarrollan procesos degenerativos. Y lógicamente, cuanto mayor es su longevidad, más avanza la enfermedad”. Aunque la buena noticia es que las terapias disponibles permiten darles una mayor calidad de vida de forma más prolongada, “alargando la supervivencia de los animales con enfermedades cardíacas”. En relación con los gatos, en cambio, “aunque la edad es un factor importante, gran parte de las cardiopatías más severas se manifiestan en animales jóvenes”. En los felinos de mayor edad, la longevidad suele asociarse a una predisposición al hipertiroidismo. Como explica Jorro, “la alteración de la tiroides puede repercutir en el corazón y dar lugar a cardiopatías secundarias al hipertiroidismo”. Más que prevención, diagnóstico precoz ¿Se pueden prevenir estas patologías de alguna manera? Solo en parte, matiza la experta. “No existe un factor determinante asociado a la dieta ni al sobrepeso de forma clara, si bien es cierto que impactan directamente sobre el corazón porque implica que este deba trabajar más y realizar un mayor esfuerzo, con lo cual, hay un mayor desgaste”. “Pero no disponemos de ninguna opción terapéutica que frene las cardiopatías, especialmente en perros. Asimismo, por desgracia no es posible evitar o frenar una enfermedad degenerativa. Pero contamos con terapia y medicaciones que retardan el máximo tiempo posible las descompensaciones”, desarrolla. En gatos la situación es casi la misma, salvo por la importancia de controlar la presión arterial, ya que “existe un impacto muy directo en gatos con hipertensión y afección cardíaca”. “También es importante monitorizar el tiroides por la misma razón, aunque no podamos hacer gran cosa para evitarlo”, recalca. “UNA GRAN DIFERENCIA ENTRE PERROS Y GATOS ES QUE EN LOS FELINOS RESULTA MUY IMPORTANTE INTENTAR IR POR DELANTE DE LA ENFERMEDAD” En definitiva, “a nivel preventivo podemos hacer poco más que realizar una exploración completa durante las revisiones rutinarias de vacunación o en cualquier visita al veterinario, ya que más que evitar la aparición de estas patologías, lo que sí podemos es detectarlas de forma temprana”. “Especialmente cuando identificamos soplos de manera precoz, un hallazgo que puede alertarnos de que el animal esté comenzando a desarrollar una cardiopatía”, añade. En estos casos, no es un problema de prevención como tal, pero sí de detección precoz. No en vano, “una gran diferencia entre perros y gatos es que en los felinos resulta muy importante intentar ir por delante de la enfermedad. En el momento en el que vamos detrás, ya vamos algo tarde”. En cuanto a los avances en cardiología felina, la veterinaria admite que no han sido especialmente significativos en los últimos años, al menos en lo que respecta a la curación de enfermedades. La excepción son ciertas patologías congénitas, como el conducto arterioso persistente, “que puede operarse y corregirse de forma definitiva”, así como otras alteraciones dentro de este mismo grupo en las que es posible lograr un mejor pronóstico a largo plazo. Ahora bien, en el caso de las miocardiopatías -las enfermedades más prevalentes y frecuentes en los felinos- no se han producido avances destacables más allá del diagnóstico precoz, de una mayor concienciación de los tutores para realizar revisiones más frecuentes y de ciertas mejoras tecnológicas, como la evolución de los equipos de ecografía. “Pero no hay gran cosa más”, apunta. “Sí es cierto que, durante el último año, se está investigando un fármaco llamado rapamicina, que podría tener un impacto significativo en el abordaje de la miocardiopatía hipertrófica”, especifica. Ya se ha autorizado en Estados Unidos, pero no Europa. “Por ahora se ha comprobado que reduce el grosor del miocardio y revierte la enfermedad, así que es realmente una noticia importante a tener en cuenta y a seguir muy de cerca”, concluye.
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