La prevención como elemento clave en la lucha contra el estrés y el burnout del veterinario

Desde AMVAC explican la situación y las formas de gestionar el "burnout" de la profesión veterinaria

04/05/2023

El actual ritmo de vida lleva aparejado una serie de rutinas que, en muchos casos, no son beneficiosas para la salud. Si nos centramos en el aspecto laboral, hay determinados condicionantes que pueden ser el origen de algo más preocupante. Núria Tabares, licenciada en Veterinaria y experta en coaching y ...

El actual ritmo de vida lleva aparejado una serie de rutinas que, en muchos casos, no son beneficiosas para la salud. Si nos centramos en el aspecto laboral, hay determinados condicionantes que pueden ser el origen de algo más preocupante. Núria Tabares, licenciada en Veterinaria y experta en coaching y neuromarketing, con la que contamos como ponente el pasado octubre en Formamvac, identifica distintos motivos que podrían desencadenar una creciente tensión laboral. Entre otros, largas jornadas de trabajo, clientes muy exigentes, estrés ético y moral, ser testigos del maltrato animal, afrontar continuas guardias nocturnas y/o de fin de semana, acceso y exposición a la eutanasia animal, etc. Todo ello, ya sea de forma aislada o como la suma de varios de ellos, proporcionan un caldo de cultivo idóneo para la aparición del estrés y el "burnout" en la profesión veterinaria.

El síndrome de burnout o "síndrome del trabajador quemado" hace referencia a la cronificación del estrés laboral. Este se manifiesta a través de un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima del trabajador. Es un proceso en el que progresivamente el empleado sufre una pérdida del interés por sus tareas y va desarrollando una reacción psicológica negativa hacia su ocupación laboral. Según datos de VetSurvey, en España, el 64% de los veterinarios se considera estresado. Un porcentaje muy elevado si se compara con otras profesiones que no se ven influidas por la toma de decisiones rápidas, el trabajo en urgencias, la acción o la autopresión, entre otros, por lo que no son pocas las voces que abogan por un reconocimiento del estrés como enfermedad profesional de este colectivo. Además, el 80% de los veterinarios españoles se ha planteado alguna vez abandonar la profesión.

Veterinarios agotados.

Gestionar con éxito el estrés supone ser conscientes tanto de cuando lo sufrimos nosotros mismos como cuando lo padece nuestro entorno. Para Tabares Rivero, es imprescindible poner el foco en la "prevención" y dejar en manos de profesionales aquellas situaciones en las que el burnout ya tiene nombre y apellidos. Para hacer un buen diagnóstico, es fundamental recopilar todos los datos. Por ejemplo, pese a que faltan veterinarios sobran vocaciones. Es decir, la carrera universitaria despierta el interés de los alumnos, siendo, en el caso de las niñas, su segunda opción al ser preguntadas por sus aspiraciones cuando crezcan. Así que los problemas comienzan durante la práctica del ejercicio profesional. Para abordarlos con garantía de éxito se hace necesario estudiar el estrés desde tres puntos de vista diferentes.

El sector. Aunque ya hemos hablado de algunos de sus principales motivos de generación de estrés, no podemos olvidar tampoco otros nuevos como la falta de personal en las clínicas, la ausencia de control sobre los tratamientos debido a las limitaciones de costes por parte de los propietarios de mascotas, los inesperados resultados clínicos, el inadecuado apoyo profesional o falta de empatía y la problemática que se desencadena durante la transición de la universidad al futuro empleo. Además, hay un elemento nada desdeñable que debemos citar: las agresiones. Ya sean físicas o a través de internet y/o las redes sociales han adquirido, en los últimos años, un peso que va en aumento.

El centro veterinario. No por previsibles, sus razones dejan de tener importancia. La búsqueda de una mayor rentabilidad por parte del propietario de la clínica puede ser una de las mayores causas de estrés. En segundo lugar, se encuentra el establecimiento de determinados protocolos que pueden agravar, aún más, esta situación. Por último, el centro puede ser, al contrario, un gran disolvente del estrés si, por ejemplo, pone en marcha acciones que contribuyan a generar una mayor motivación entre sus trabajadores que permite reducir este nerviosismo laboral de forma casi lineal y automática. Recuerda: "a mayor motivación, menor estrés".

Un sutil enemigo.

Por último, el estrés hay que abordarlo desde un aspecto individual. Cada persona reacciona de forma diferente ante idénticos problemas. Lo que para uno puede significar la gota que derrama el vaso; otra persona puede ni siquiera darle importancia. Por eso, no hay que tratar de restarle relevancia a cada una de las razones que esgrimen los profesionales que dicen sentirse bajo presión.

La reducción del riesgo de aparición del estrés profesional se consigue mediante la prevención por medio de dos líneas de actuación: proactiva (aquella estrategia de acción que intenta prevenir la ocurrencia de factores de riesgo) y reactiva (tiene como objetivo preparar al sujeto para que reaccione de forma efectiva ante una situación de peligro). En ambos casos se busca un fortalecimiento tanto físico como psicológico del profesional que le ayude a asumir cada contratiempo sobrevenido de forma controlada. Cada persona, como ya hemos comentado, tiene ritmos diferentes y encontrará soluciones distintas con las que poder construir su propia "armadura" para defenderse del estrés. Unos hallarán respuesta en su familia, amigos, el ocio o la automotivación. Otros en el humor o en los viajes. Pero todos coincidirán en la necesidad de no dejarse abatir por el victimismo y apostar por un cambio de percepción que aleje, cada día, el estrés del puesto de trabajo.

Nuestros Podcasts