Influencia de la dieta en el síndrome de disfunción cognitiva

El síndrome de disfunción cognitiva (SDC) es un trastorno neurodegenerativo que aparece en perros y gatos geriátricos y que se caracteriza por un deterioro cognitivo gradual y progresivo. El avance de la patología cerebral se manifiesta a través de signos relacionados con el aprendizaje, la memoria, la percepción, la consciencia, las interacciones sociales, el sueño y la actividad.

04/04/2019

Autor: Gary Landsberg DVM, DACVB, DECAWBM Vice President, CanCog Technologies; Head, Fear Free Research; Practice Certification Veterinarian El diagnóstico de DSC se basa en los signos clínicos descritos por el acrónimo DISH (en inglés) que representa la desorientación (Disorientation), las interacciones sociales (Social interactions), los ciclos de sueño-vigilia (Sleep-wake cycles) y ...

Autor: Gary Landsberg DVM, DACVB, DECAWBM Vice President, CanCog Technologies; Head, Fear Free Research; Practice Certification Veterinarian

El diagnóstico de DSC se basa en los signos clínicos descritos por el acrónimo DISH (en inglés) que representa la desorientación (Disorientation), las interacciones sociales (Social interactions), los ciclos de sueño-vigilia (Sleep-wake cycles) y la eliminación inapropiada (housesoiling) (y otras conductas aprendidas). Además, si bien la actividad puede disminuir con la edad, se observa un aumento en la actividad espontánea a medida que se incrementa la gravedad del SDC. El aumento de la ansiedad y de la agitación también se asocia con el SDC que va del 46 % en perros con SDC al 4 % en perros no afectados. Por lo tanto, el acrónimo DISHAA también incluye ansiedad y actividad alterada (Anxiety and Altered activity).

Aunque el deterioro de la capacidad de aprendizaje y de la memoria pueden ser los signos distintivos, la mascota puede mostrarse muy poco afectada hasta que la disfunción se vuelve grave. De hecho, aunque los propietarios suelen comenzar a informar de los cambios asociados con el deterioro cognitivo cuando su mascota tiene 11 años o más, mediante pruebas neuropsicológicas se ha demostrado que los déficits visuoespaciales (delayed not-matching to position, DNMP) aparecen ya desde los seis años de edad. Aunque los signos clínicos de SDC tienden a ser paralelos a un empeoramiento en el rendimiento en estas tareas, aún no se ha establecido una correlación directa.

Gran parte de la investigación inicial sobre el envejecimiento cerebral y el deterioro cognitivo en perros se ha realizado en beagles en condiciones de laboratorio. Un programa que comenzó en la Universidad de Toronto y se trasladó a CanCog Technologies se ha centrado en establecer protocolos estandarizados para evaluar el deterioro cognitivo y los efectos de las intervenciones terapéuticas. En una etapa inicial se entrena a los perros para encontrar una recompensa de comida en recipientes de comida abiertos y luego se les enseña a desplazar un solo objeto que cubre el recipiente para recuperar el alimento. A continuación se les presentan a los perros dos objetos distintos y solo uno de ellos está asociado con una re- compensa de comida. Esta tarea, conocida como aprendizaje por discriminación de objetos, proporciona una medida inicial de la capacidad de aprendizaje de los perros.

Las habilidades cognitivas cambian con la edad de una manera que varía con los sujetos y la tarea. Si bien el aprendizaje de discriminación simple muestra relativamente pocos cambios con la edad, el rendimiento se deteriora cuando los objetos son más similares o implican un aprendizaje más complejo, como la discriminación de tamaño, la memoria de trabajo (DNMP), la función ejecutiva (aprendizaje inverso) y la atención.

El cuidado de la salud cognitiva de animales de compañía sénior

La edad es el principal factor de riesgo para el SDC de modo que la prevalencia y la gravedad de los signos aumentan con la edad. En un estudio de la Universidad de California-Davis, el 28 % de los perros de 11 a 12 años tenían al menos una categoría de DISH y el 10 % tenía dos o más categorías, mientras que en los perros de 15 a 16 años, el 68 % tenía una categoría y el 36% tenía dos o más. En un estudio reciente, a lo largo de seis meses, el 42 % de los perros sin deterioro progresó hacia un deterioro leve, y el 24 % con deterioro leve progresó a uno moderado. A lo largo de un año, el 71 % pasó de ningún deterioro a uno leve, y el 50 % de moderado a grave. También se ha demostrado que la dieta es un factor de riesgo en perros alimentados con alimentos caseros o comerciales de baja calidad que tienen un riesgo 2,8 veces mayor que los perros alimentados con alimentos comerciales de calidad diseñados para su edad, tamaño o estado de salud.

Como los signos iniciales del deterioro cognitivo pueden ser sutiles o leves, la mayoría de los casos no se diagnostican hasta que los signos son lo suficientemente problemáticos para la mascota o el dueño. En un estudio con 479 perros mayores de ocho años, el 14,2 % se diagnosticaron de SDC pero solo el 1,9 % había sido diagnosticado 36. Además, dado que los síntomas subyacentes pueden causar signos de SDC, el cuidado de las mascotas mayores debería incluir exámenes dos veces al año con cuestionarios de evaluación de la salud y el comportamiento, y pruebas de laboratorio para descartar posibles causas médicas de los comportamientos observados, así como para detectar anomalías subclínicas.

Evaluación de los efectos terapéuticos en el laboratorio y en la clínica

El estrés oxidativo y la inflamación crónica son factores de riesgo para el envejecimiento cerebral acelerado y la enfermedad de Alzheimer (EA) en los seres humanos, y existe una evidencia creciente de que son factores que también se producen en los perros. Otros factores de riesgo podrían incluir la deficiencia de ácido docosahexaenoico (ADH), niveles altos de homocisteína, bajos de vitamina B6, vitamina B12 y ácido fólico y presión arterial alta. Las estrategias para el manejo y tratamiento del SDC podrían centrarse en reducir el estrés oxidativo, corregir los cambios metabólicos asociados con el deterioro cognitivo y mejorar la función mitocondrial y la salud neuronal mediante terapias nutricionales que aborden estos factores de riesgo. En los seres humanos, las dietas que contienen frutas, verduras, semillas, legumbres, frutos secos y aceites de pescado, como la dieta mediterránea, pueden mejorar la función cognitiva, mientras que las dietas que contienen frutas y extractos vegetales junto con antioxidantes y cofactores mitocondriales (ácido alfa-lipoico y l-carnitina) han demostrado mejorar la función cognitiva en perros 12,15. Los efectos beneficiosos también se ven con el ejercicio. En perros de edad avanzada, después de realizar ejercicio tanto "agudo" (24 h) como "crónico" (14 días) en una cinta, se observó una mejora del rendimiento cognitivo y de la consolidación de la memoria. Sin embargo, la combinación de enriquecimiento conductual y nutrición fue más efectiva para retardar la progresión del SDC y mejorar sus signos clínicos en perros 22. De manera similar, en mujeres mayores, la combinación de triglicéridos de cadena media (TCM) y ejercicio aeróbico fue más cetogénica que el ejercicio o los TCM por sí solos, y el ejercicio mejoró la tasa metabólica de los cuerpos cetónicos pero no de la glucosa en el cerebro.

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