IM VETERINARIA #66

65 cuando se pregunta directamente, y un porcentaje similar la percibe como grave, sigue habiendo un desfase preocupante en la comprensión real de la enfermedad. Más de la mitad de los tutores (56,3 %) afirma no haber recibido nunca información sobre cómo prevenirla, un dato que no ha variado respecto al estudio de 2022. Sin embargo, entre quienes sí han sido informados, el 95,8 % señala al veterinario como principal fuente, lo que refuerza el papel clave del profesional como canal de información sanitaria. En cuanto a prevención, los datos revelan que, aunque el 93,8 % de los tutores afirma vacunar anualmente a su perro (en general), más de la mitad (51,6 %) no recuerda cuándo fue la última vacunación específica contra la leishmaniosis. Solo el 45 % menciona espontáneamente la vacuna como método preventivo, frente a un 25,4 % que nombra el uso de collares repelentes y un 16,6 %, pipetas. Cuando se proponen las opciones de forma sugerida, las cifras aumentan considerablemente: el 75,8 % se inclina por la vacuna, el 64,7 % por los collares y el 62,6 % por las pipetas. El estudio también evidencia que el conocimiento sobre la zoonosis es parcial: un 16 % de los tutores no sabe que la enfermedad puede afectar también a las personas. Y, entre quienes no vacunan, las razones principales son el precio (20,4 %) y la percepción de bajo riesgo (13,6 %). Además, aquellos tutores que sí son conscientes del riesgo zoonótico muestran una mayor disposición a vacunar. Educar como herramienta clínica Este estudio pone sobre la mesa una realidad que muchos veterinarios viven en su día a día: la brecha entre lo que los tutores creen saber y lo que realmente comprenden. Aquí es donde se abre una oportunidad clave, no solo desde el punto de vista sanitario, sino también desde una perspectiva de compromiso profesional: el veterinario no es solo un prescriptor, sino un educador, un referente, una fuente de confianza. Fortalecer el rol del veterinario como asesor en prevención no solo mejora la salud de los animales, sino que también favorece la adherencia al tratamiento, la continuidad del vínculo clínico y la percepción de valor por parte del tutor. Esto, a medio y largo plazo, se traduce en una relación más sólida, responsable y fidelizada, donde la prevención no se ve como un gasto, sino como una inversión consciente en bienestar animal. Implicaciones para la práctica diaria Los datos recogidos permiten identificar varios puntos clave para trabajar en consulta: 1.Refuerzo de la educación básica sobre la transmisión: explicaciones claras, visuales y adaptadas al nivel del tutor pueden evitar malentendidos críticos. 2.Promoción del enfoque combinado en la prevención: el uso simultáneo de repelentes, vacunación o inmunomodulación es una estrategia que no todos los tutores comprenden ni aplican. 3.Seguimiento personalizado: recordar, en cada visita, la importancia de mantener la prevención activa durante todo el año y revisar si se están aplicando correctamente los productos. 4.Comunicación efectiva: utilizar materiales didácticos (folletos, infografías, vídeos cortos) puede marcar la diferencia entre el olvido y la acción. Más que prevención, una oportunidad de liderazgo profesional Si bien el objetivo principal es y debe ser la protección de los animales frente a una enfermedad grave, este contexto presenta también una oportunidad AMPLIAR EL PAPEL CLÍNICO CON UNA LABOR EDUCATIVA CONSTANTE GENERA CONFIANZA Y VALOR AÑADIDO EN LA PERCEPCIÓN DEL CLIENTE de crecimiento profesional para el veterinario. Ampliar el papel clínico con una labor educativa constante genera confianza y valor añadido en la percepción del cliente. La prevención bien explicada no solo mejora la salud de los pacientes, sino que consolida la fidelización, impulsa la demanda de servicios complementarios y posiciona a la clínica como un centro de referencia. Todo esto puede lograrse de forma ética, transparente y con un claro enfoque sanitario. No se trata de vender más productos, sino de promover el uso correcto y responsable de las herramientas disponibles. El conocimiento genera acción, y la acción repetida con criterio genera resultados: para el animal, para el tutor y también para el veterinario. Conclusión Este estudio nos recuerda que aún queda mucho por hacer en materia de educación preventiva frente a la leishmaniosis. No basta con asumir que los tutores “ya lo saben”. Es momento de renovar el compromiso con la divulgación desde la consulta y de liderar, desde la proximidad, un cambio de actitud frente a una enfermedad que sigue estando presente. La leishmaniosis no solo es prevenible: es también una oportunidad para fortalecer la relación veterinario-tutor-paciente. Y en esa tríada, el conocimiento compartido es la herramienta más poderosa que tenemos. La leishmaniosis no solo es prevenible: es también una oportunidad para fortalecer la relación veterinario-tutor-paciente. Y en esa tríada, el conocimiento compartido es la herramienta más poderosa que tenemos.

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