IM VETERINARIA #66

21 quien interpreta nuestra comunicación, quien vive algunos de los momentos en la clínica desde la incertidumbre y la esperanza. Comprenderlo implica mirar más allá de la ficha del cliente y del historial clínico de cada paciente. Implica conocer su modo de vida, su relación con la mascota, sus valores, su nivel de implicación, sus miedos. Cuando una clínica invierte tiempo en conocer de verdad a sus clientes, se abre una nueva puerta: la personalización. Podemos anticipar objeciones, adaptar el lenguaje, priorizar la información relevante y, sobre todo, generar confianza. Y la confianza, en nuestro sector, al igual que en muchos otros, es el inicio de todo, es el clic que nos va a llevar a conectar. El tutor ideal: elegir hacia quién queremos crecer En el artículo Definiendo al tutor de mascota ideal desde la perspectiva veterinaria2, llevé esa reflexión un paso más allá. No basta con conocer al cliente; debemos decidir con qué tipo de cliente queremos construir nuestro futuro. No todos los tutores encajan con la filosofía o el modelo de servicio de una clínica. Hay quienes buscan inmediatez, otros priorizan la prevención, otros valoran la cercanía por encima de la tecnología. Pretender satisfacerlos a todos conduce, inevitablemente, al desgaste. Definir el tutor ideal no significa excluir, sino alinear. Significa tener claro cuál es nuestra propuesta de valor y con qué tipo de cliente queremos compartirla. Una clínica que apuesta por la medicina preventiva, por ejemplo, prosperará si atrae tutores comprometidos con la salud a largo plazo, dispuestos a seguir planes de seguimiento y a invertir en bienestar. Cuando el equipo tiene claro a quién sirve, el día a día cambia: la comunicación se vuelve más fluida, los conflictos se reducen y la satisfacción crece tanto en el cliente como en el personal. En el artículo que hablaba sobre el cliente ideal, mencionaba, “el cliente ideal no es el que gasta más, sino el que encaja mejor con la forma en que entendemos el cuidado animal.” Esa frase resume una estrategia que va mucho más allá del marketing: es una decisión de coherencia, de identidad profesional. El vínculo emocional: el corazón de la relación humano-animal Pocas cosas transforman tanto como comprender la profundidad del vínculo emocional entre humanos y mascotas, tema que desarrollé en La ciencia detrás del vínculo emocional entre humanos y mascotas3. Ese lazo, que combina afecto, cuidado y responsabilidad, es el punto de encuentro entre ciencia y humanidad. Los tutores no vienen a nosotros solo en busca de un servicio veterinario, sino también de acompañamiento emocional. Cada diagnóstico, cada decisión terapéutica, cada pérdida se vive desde una carga emocional intensa que requiere una gestión empática por parte del equipo. El vínculo humano-animal ha cambiado la naturaleza del trabajo veterinario. Ya no tratamos a “mascotas”, tratamos a miembros de familia. Y eso exige un cambio de mentalidad. Las habilidades comunicativas y emocionales se vuelven tan importantes como las técnicas. Entender este vínculo implica ajustar el tono, el ritmo e incluso el lenguaje. A veces, lo que el tutor necesita no es una explicación científica más, sino sentir que no está solo. Como escribí entonces: “El amor por los animales nos une, pero la comprensión mutua es lo que nos mantiene conectados.” Ese equilibrio entre profesionalidad y humanidad define el futuro del sector. Conectar lo emocional y lo estratégico: el verdadero cambio de paradigma Si observamos en conjunto los artículos de este 2025 y también los de 2024 donde me focalicé más en la parte estratégica, liderazgo y gestión de equipos de la propia clínica, hay un hilo que los une: la necesidad de integrar lo emocional y lo estratégico. Durante años se han tratado como ámbitos separados. Por un lado, la empatía y el vínculo; por otro, la gestión y la rentabilidad. Sin embargo, la clínica del futuro entiende que ambos se sostienen mutuamente. Una gestión que ignora la emoción se vuelve fría, distante, incapaz de generar lealtad. Una clínica emocionalmente empática, pero sin estructura, se agota, se dispersa y pierde eficiencia. El equilibrio está en combinar ambos mundos. Por ejemplo, cuando hablamos de definir el cliente ideal, estamos hablando tanto de estrategia (segmentación, posicionamiento) como de emoción (compatibilidad de valores). Cuando tratamos el vínculo humano-animal, no solo hablamos de sentimientos, sino de oportunidad de fidelización y diferenciación. Y cuando abordamos los pilares del éxito, la gestión emocional aparece como columna vertebral de la sostenibilidad. El cambio no consiste en “ser más humanos” o “ser más empresariales”, sino en ser más conscientes. En entender que cada decisión de gestión tiene un impacto emocional, y que cada relación emocional bien gestionada tiene un valor estratégico. Conocer al cliente Definir al tutor ideal Construir vínculos emocionales Integrar estrategia y emoción Empoderar al equipo Comunicación con propósito Gestionar emocionalmente Adoptar la clínica consciente CICLO DE LA CLÍNICA CONSCIENTE Elaboración: IM Veterinaria

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