Objetivo: uso responsable de los antiparasitarios

Utilizados para prevenir y tratar diversos parásitos, los productos antiparasitarios previenen los problemas de salud de los animales, pero hay que tener en cuenta los riesgos para la salud humana. La BVA, BSAVA y BVSZ recuerdan la importancia de hacer un uso responsable.

12/05/2023

Los medicamentos antiparasitarios, independientemente de su formato, como tratamientos orales, tópicos o inyectables, son utilizados por los veterinarios para tratar la salud de una amplia gama de animales, desde el ganado y los equinos hasta las mascotas y la vida silvestre. Pero, en los últimos años, se ha dado la ...

Los medicamentos antiparasitarios, independientemente de su formato, como tratamientos orales, tópicos o inyectables, son utilizados por los veterinarios para tratar la salud de una amplia gama de animales, desde el ganado y los equinos hasta las mascotas y la vida silvestre. Pero, en los últimos años, se ha dado la voz de alarma respecto a que algunos de estos productos podrían estar contaminando el medioambiente, llegando a los ríos a través de las aguas residuales de los hogares u otras instalaciones donde hay animales, o por medio de la orina o las heces que las mascotas depositan en parques o espacios abiertos, y que son absorbidas por el suelo. De tal manera que podría resultar muy perjudicial para la vida silvestre, los ecosistemas y, por ende, suponer un impacto negativo en la salud pública, con el consiguiente riesgo para la salud humana derivado de las amenazas zoonóticas asociadas.

Por ello, desde la British Veterinary Association (BVA) y la British Small Animal Veterinary Association (BSAVA), junto con la BVZS, se ha publicado un informe en que se pone de manifiesto su posición respecto al uso responsable de parasiticidas para perros y gatos. Entre otros aspectos, se revela la existencia de numerosas lagunas de conocimiento en relación con los parásitos y el uso de los productos antiparasitarios. Lo que dificulta el análisis de los riesgos a tener en cuenta, a la vez que se aboga por mantener enfoques responsables a la hora de recetar este tipo de medicamentos. De ahí que esta declaración ponga el acento en los antecedentes del conflicto que existe entre las necesidades de la salud animal, la salud humana y la salud del ecosistema en general. Sobre todo porque los parásitos son comunes en gatos, perros y otros animales de compañía pequeños, estando clasificados como externos o ectoparásitos (entre ellos, pulgas, garrapatas y ácaros), e internos o endoparásitos (tenias, lombrices intestinales y protozoos). Algunos de esos parásitos pueden suponer un riesgo para la salud humana, particularmente en personas muy jóvenes, ancianas o inmunodeprimidas. Además de que los riesgos zoonóticos pueden aumentar por el hecho de que los dueños, por lo general, están en contacto muy cercano con sus mascotas.

Aun así, es importante recordar que los seres humanos también pueden infectarse directamente con los parásitos de fuentes ambientales, por lo que el tratamiento profiláctico de las mascotas puede no reducir la incidencia de algunas enfermedades en los seres humanos. Mientras que en el caso de los animales habría que prestar especial atención a que, entre otras lesiones, los ectoparásitos pueden provocar infecciones en la piel del animal; reacciones alérgicas, potencialmente graves o debilitantes; causar molestias como picor y rascado; o anemia, debido a la alimentación de sangre por cargas intensas, especialmente en animales jóvenes o debilitados.

Salud pública

Por lo general, los parasiticidas se administran por vía oral, tópica o por inyección, dependiendo del producto y del parásito objetivo. En el caso de los medicamentos tópicos, los productos químicos que incluyen se extienden sobre la superficie de la piel y se liberan lentamente a través de los folículos pilosos, lo cual significa que los pesticidas de estos productos pueden dispersarse por todo el entorno doméstico a través del pelo de las mascotas, el desprendimiento de la piel y la transferencia directa después de la aplicación.

Por su parte, los tratamientos tópicos sistémicos se absorben a través de la piel en el cuerpo, por lo que es probable que gran parte del producto se excrete a través de las heces o la orina, pudiendo llegar al medioambiente. Asimismo, el lavado de manos después del tratamiento, la eliminación inadecuada de los envases y la mala manipulación de las heces y las bandejas de arena de los gatos también podrían provocar una contaminación ambiental.

En este sentido, los potenciales riesgos de estos productos parasitarios deberían considerarse con atención. De ahí la necesidad de tener en cuenta una serie de consejos sobre el uso de estos tratamientos, tales como asegurarse de que los clientes usen la dosis correcta y puedan aplicar un producto correctamente; no lavar al animal y no permitirle nadar durante un cierto número de días después del tratamiento; o desechar de manera responsable los productos, envases, heces y bandejas de arena para gatos.

El informe de la BVA, la BSAVA y la BVZS también pone de manifiesto el desconocimiento sobre la seguridad con la que los propietarios usan los productos antiparasitarios, especialmente cuando se compran sin asesoramiento profesional en tiendas de mascotas o a través de Internet. De hecho, recientemente, ha habido una tendencia a que los parasiticidas se reclasifiquen de POM-V a NFA-VPS y a AVM-GSL, lo que significa que muchos de esto productos ahora están disponibles en supermercados y vía online. Con ello ha aumentado el riesgo de que los productos que se compran sin asesoramiento profesional tengan más probabilidades de ser utilizados incorrectamente, lo que podría reducir la eficacia y aumentar la cantidad de producto que contamina el medioambiente.

Por otro lado, la manera en que se desechan en los hogares tanto los envases como los productos no utilizados también podría estar teniendo un impacto negativo, ya que es poco común que los propietarios lleven los medicamentos al veterinario para una eliminación segura. Por ello, se aboga por un uso responsable y se recuerda que el código de conducta de RCVS establece que "los veterinarios deben tratar de garantizar la protección de la salud pública, así como la salud y el bienestar animal, y deben considerar el impacto de sus acciones en el medioambiente". Ya que, como profesión centrada en la salud y como actores clave en la Agenda One Health, los veterinarios reconocen las interconexiones entre la salud humana, la salud animal y la salud del medioambiente. De ahí que tengan el deber de recomendar y prescribir, responsablemente, los parasiticidas más apropiados a los clientes, con el objetivo de proteger la salud y el bienestar de los animales, aparte de garantizar que la salud pública esté protegida contra los parásitos zoonóticos.

Por otro lado, la declaración de la posición científica de BSAVA sobre el control de parásitos recomienda que los animales de compañía sean tratados regularmente contra los parásitos en interés de la salud y el bienestar de los animales, así como para minimizar el riesgo para la salud humana. Esta declaración también recomienda que se tomen medidas de higiene apropiadas para reducir el riesgo de infección por gusanos, y establece que una evaluación de beneficio/riesgo de cada caso individual debe determinar la elección de antihelmínticos, el espectro de actividad antihelmíntica y la frecuencia de administración.

Uso responsable

Asimismo, se establece que los parasiticidas se utilicen de manera responsable, adoptando un enfoque de tratamiento basado en el riesgo. Al decidir qué parasiticidas usar para tratar a un animal, los veterinarios deben considerar los riesgos de todos los parásitos y elaborar un plan de tratamiento adaptado a dicho individuo. Por ejemplo, en la actualidad se recomienda el tratamiento profiláctico contra las pulgas para gatos y perros durante todo el año, buscando prevenir los riesgos potenciales para la salud animal y humana.

También se recomienda la desparasitación de manera regular, alrededor de cuatro veces al año, para mantener bajos los niveles de parásitos en el medioambiente, y una desparasitación mensual para los animales de mayor riesgo. Unos intervalos de tratamiento regulares que cuentan con el apoyo de organismos internacionales, como el Consejo Científico Europeo para Parásitos de Animales de Compañía (ESCCAP). Sin embargo, y debido a los riesgos ambientales asociados a ello, tanto los profesionales como la comunidad científica sugieren llevar a cabo intervalos de tratamiento menos frecuentes.

Por ese motivo, se apoya la necesidad de proporcionar información útil sobre los riesgos de los parásitos comunes de los animales pequeños en las distintas áreas geográficas, a medida que esté disponible, al igual que en el ámbito de los grandes animales realiza el Servicio Nacional de Información sobre Enfermedades Animales (NADIS). Fundamentalmente, para que los profesionales veterinarios puedan tomar decisiones responsables a la hora de prescribir, tanto en términos de cuándo hacerlo como de qué productos elegir. Mientras tanto, se debe adoptar un enfoque específico para el tratamiento y minimizar el uso de estos medicamentos, ya que la pérdida de poblaciones de invertebrados podría tener graves impactos en los ecosistemas, lo que, a su vez, podría afectar gravemente a la salud humana y animal. Porque si bien los parasiticidas modernos son más selectivos para los invertebrados, no discriminan entre los invertebrados objetivo y los no objetivo, de ahí que puedan matar abejas, insectos acuáticos y otras especies con las que entran en contacto. Los invertebrados son una parte vital de los ecosistemas, incluidas las redes alimentarias, además de proporcionar recursos ecosistémicos para la polinización y el control de plagas, por lo que minimizar las amenazas para estas especies resulta fundamental en un contexto local y global.

Resistencia al tratamiento

Por lo que respecta al tema de la resistencia, los expertos señalan que el uso excesivo de productos parasitarios puede provocar el desarrollo de resistencia en los parásitos objetivo que, si no se controla, podría tener un grave impacto en el bienestar animal.

Actualmente, no existe un gran número de casos comprobados de fracaso del tratamiento para los parasiticidas modernos en gatos y perros debido a la resistencia, con la excepción de la resistencia a los antihelmínticos de las larvas del gusano del corazón (Dirofilaria immitis) en Estados Unidos. En cambio, sí existen informes de fracaso del tratamiento, especialmente para las pulgas, ya que, históricamente, se ha desarrollado resistencia a muchos de los insecticidas utilizados para controlar las pulgas, incluidos los carbamatos, los organofosforados y los piretroides, por lo que se está convirtiendo en un problema a tener en cuenta.

Por su parte, en los animales de pastoreo, la resistencia a los antihelmínticos utilizados para tratar los endoparásitos es grave y va en aumento. De hecho, en Reino Unido, la resistencia se reporta principalmente en nematodos gastrointestinales y, cada vez más, en trematodos hepáticos. Actualmente, la resistencia afecta, significativamente, la eficacia de las tres clases más antiguas de antihelmínticos (benzimidazoles del grupo 1, agonistas del receptor de acetilcolina del grupo 2 y lactonas macrocíclicas del grupo 3), pero es una amenaza contra la eficacia de todos los grupos antihelmínticos. Asimismo, se ha demostrado resistencia a los tratamientos para ectoparásitos comunes de animales de granja. Por ejemplo, los ácaros Psoroptes, que causan la sarna de las ovejas, han desarrollado resistencia a los parasiticidas y no responden al tratamiento.

El lento desarrollo de resistencia en gatos y perros en comparación con equinos y rumiantes se debe posiblemente a los grandes reservorios naturales de infección, menor densidad de población, amplia gama de productos disponibles, estilos de vida a menudo más complejos de los parásitos y un uso excesivo potencialmente limitado de parasiticidas en comparación con los niveles utilizados para animales grandes. Por ello, se apuesta por un mayor desarrollo de investigaciones para ayudar a prevenir o retrasar la resistencia en parásitos comunes, a la vez que un mayor uso de pruebas de diagnóstico y recuentos de huevos fecales ayudaría a informar a los profesionales veterinarios sobre cualquier signo de resistencia en desarrollo.

De igual manera, el desarrollo de productos "spot-on" en la década de 1990 facilitó la aplicación de parasiticidas a los animales, por lo que el uso de este tipo de medicamentos ha crecido considerablemente. Lo cual, junto con los muchos problemas de salud y bienestar asociados con los parásitos, está provocando que el uso rutinario de tratamientos con parasiticidas esté, hoy en día, muy extendido. Sin embargo, esto no está exento de riesgos, y dada la importancia de poder usar estos productos, es recomendable usarlos de manera responsable. Sobre todo, para asegurarse de que sigan estando disponibles y efectivos en el futuro, y para que se sigan utilizando de tal manera que minimice su impacto y su daño al medioambiente.

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