Conocido como el Sida de los gatos, el virus de la inmunodeficiencia felina (VIF) se descubrió, tal y como explican desde el Grupo Español de Medicina Felina (Gemfe) de Avepa, en una investigación de una colonia aparentemente sana de gatos recogidos en América. El VIF afecta a las células del ...
Conocido como el Sida de los gatos, el virus de la inmunodeficiencia felina (VIF) se descubrió, tal y como explican desde el Grupo Español de Medicina Felina (Gemfe) de Avepa, en una investigación de una colonia aparentemente sana de gatos recogidos en América. El VIF afecta a las células del sistema inmunológico destruyéndolas o dañándolas, provocando un deterioro gradual de la función inmunológica del animal. El debilitamiento del sistema inmune, encargado de luchar contra otras infecciones, favorece la posterior aparición de infecciones por otros virus, bacterias o parásitos como puede ser Toxoplasma gondii o hemoplasmas.
"El Virus de la Inmunodeficiencia Felina es un virus específico de la especie y los gatos que viven con la enfermedad no pueden trasmitírsela a sus dueños", explica Diana Palacios, veterinaria y Practice Manager de AniCura Asturpet Hospital Veterinario, quien añade que "se trata de una enfermedad importante, pero los gatos que la padecen pueden vivir durante muchos años con los cuidados adecuados. Por tanto, no es necesaria aplicar la eutanasia en estos animales".
En los estadios iniciales de la infección, el animal puede no cursar signos aparentes de la enfermedad. Y es que los signos de infección de FIV son "altamente inespecíficos". En los primeros dos-cuatro meses desde la infección, los síntomas pueden aparecer durante un corto espacio de tiempo, y pueden incluir malestar, fiebre y un posible aumento de tamaño de los ganglios linfáticos o linfadenopatía. En su mayoría, los gatos se recuperan y pasan a una segunda fase en la que parece que están sanos. "En la tercera fase de la infección se desarrollan otros signos por el efecto directo del virus (por ejemplo, puede infectar el tracto gastrointestinal lo que causa diarrea) y por la depresión del sistema inmunológico y la incapacidad del gato para luchar contra otras infecciones, haciéndole propenso a otras enfermedades o infecciones secundarias", señalan desde el Grupo Español de Medicina Felina.
Con todo, los signos clínicos pueden ser muy variables, aunque la presencia de una enfermedad recurrente en el animal debe hacer sospechar sobre la posibilidad de que tenga VIF. Así, entre los síntomas más comunes que afectan a los felinos encontramos malestar, pérdida de peso, inapetencia, fiebre, linfadenopatía y gingivitis. Por otra parte, tampoco son extrañas rinitis, infecciones de piel, anemia, conjuntivitis o enfermedades del sistema nervioso.
En gatas infectadas y gestadas, incluso, pueden llegar a tener abortos. "Un gato con VIF no tiene por qué ser un animal débil, con poca energía o a punto de fallecer. Es un gato con una deficiencia en el sistema inmune y hasta las etapas finales de la enfermedad puede vivir con una buena calidad de vida. De hecho, la mayoría de los gatos que tienen VIF fallecen a consecuencia de otras patologías", detalla Diana Palacios.
El contagio
La principal forma de transmisión es a través del mordisco durante una pelea. "La saliva de un gato infectado contiene gran cantidad de virus y un solo mordisco puede desencadenar la transmisión de la infección", explican desde Gemfe, quienes también indican que los gatos machos sin castrar corren mayor riesgo de contagio y la prevalencia se incrementa con los gatos con acceso al exterior, gatos callejeros y extraviados.
Por otra parte, la infección se produce también por un contacto social cercano, entre un grupo de gatos donde no haya agresiones, a través del acicalamiento o de compartir el bebedero y el comedero. Asimismo, algunas hembras infectadas pueden transmitir el virus a su camada durante la gestación o a través de la leche materna. "La infección en los cachorros es difícil de confirmar por la presencia de anticuerpos maternos, ya que estos duran bastantes meses". Además, se desconoce si los parásitos hematófagos como las pulgas pueden diseminar la infección. Por eso, es mejor mantener un control regular de las pulgas.
Pese a que cualquier gato de cualquier edad puede ser infectado, el hecho de que, a menudo, pase bastante tiempo entre infección y desarrollo de los síntomas hace que la aparición de la enfermedad sea más común entre gatos adultos.
Algunas de las recomendaciones para evitar el contagio pueden ser, por ejemplo, controlar las salidas al exterior; la esterilización, especialmente a los machos, de esta manera se reduce el comportamiento agresivo derivado de la época de celo; usar comederos y bebederos individuales; y, en caso de incorporar un nuevo felino en casa, realizarle un análisis.
El pronóstico de los gatos con VIF es reservado. Si el diagnóstico de la infección se realiza de forma temprana, puede pasar mucho tiempo hasta que el gato desarrolla signos de enfermedad por VIF. No es seguro que todos los gatos infectados desarrollen el síndrome de la inmunodeficiencia, aunque, apuntan desde Gemfe, "la experiencia sugiere que la mayoría lo tendrán y en todos los casos la infección parece ser permanente".
Según datos del Gemfe, la prevalencia del VIF en gatos sanos del Reino Unido es de alrededor del 6%, mientras que la prevalencia estimada en gatos enfermos asciende hasta el 14%. Sin embargo, como es de esperar, esta prevalencia varía entre diferentes áreas del mundo y las poblaciones de gatos.
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