Los cachorros de perros traumatizados son más propensos a ser miedosos o agresivos cuando son adultos 

Los cachorros de perro que sufren experiencias traumáticas tienen más probabilidad de ser miedosos o agresivos en la edad adulta, según un estudio recientemente publicado. Con los datos de casi 4.500 perros de 211 razas, cuyos dueños respondieron un cuestionario de evaluación de conducta canina, los autores analizaron correlaciones entre conductas, como morder o intentar esconderse, y experiencias tempranas de abusos o abandono, y encontraron que algunas razas son más resilientes y otras más vulnerables.  

Estado: Esperando

19/11/2025

El estudio "Influence of early life adversity and breed on aggression and fear in dogs", publicado en Scientific Reports, analiza cómo las experiencias adversas en los primeros meses de vida y el linaje genético influyen en el desarrollo de conductas agresivas y miedosas en perros domésticos. Los objetivos principales fueron ...

El estudio "Influence of early life adversity and breed on aggression and fear in dogs", publicado en Scientific Reports, analiza cómo las experiencias adversas en los primeros meses de vida y el linaje genético influyen en el desarrollo de conductas agresivas y miedosas en perros domésticos. Los objetivos principales fueron identificar qué tipos de adversidad temprana están asociados con la aparición de miedo y agresión en la edad adulta y explorar la variabilidad de estos efectos según la raza, para entender la interacción entre factores hereditarios y ambientales. La investigación se enfoca en el impacto que tienen distintas experiencias negativas, como abuso físico, abandono, lesiones y separación temprana de cuidadores sobre el bienestar, y la conducta de los perros, considerando que estos eventos pueden establecer riesgos a largo plazo tanto para los animales como para la sociedad.​ La investigación también pretende sentar bases para el diseño de intervenciones conductuales específicas que reduzcan el impacto de las adversidades tempranas y su prevalencia en la sociedad, mitigando problemas de salud pública como mordidas, abandono y eutanasia.

La metodología se basó en una muestra considerable de 4.497 perros cuyos guardianes respondieron cuestionarios detallando la historia de vida, ambiente y conductas observadas de sus mascotas. Los cuestionarios incluían el Canine Behavior Assessment and Research Questionnaire (C-BARQ, por sus siglas en inglés), herramienta validada para evaluar miedo y agresión mediante escalas específicas, y preguntas basadas en instrumentos psiquiátricos diseñados para registrar exposición a adversidad en la infancia humana, adaptados a perros. Los análisis estadísticos revelaron que los perros que sufrieron adversidades en los primeros seis meses presentaron niveles significativamente más altos de miedo y agresión durante la adultez comparados con perros sin historial de adversidad o que la sufrieron en etapas posteriores. La magnitud de estos efectos fue igual o mayor incluso que el sexo y el estado de castración del animal y similar a la influencia de la edad y otros factores ambientales, como convivir con niños o la presencia de otros perros en el hogar.

Según la raza

Asimismo, la adversidad experimentada antes de los seis meses tuvo el efecto más marcado, en comparación a las vividas en otras etapas (adolescencia o adultez), corroborando que el periodo sensible del desarrollo social y conductual es crucial para la aparición de problemas comportamentales. La cantidad de eventos adversos sufridos también se relacionó positivamente con la intensidad de miedo y agresión

El estudio encontró que la vulnerabilidad a desarrollar miedo o agresión tras adversidad temprana varía según la raza, indicando un papel relevante de la genética. Algunas razas, como el American Eskimo Dog, el American Leopard Hound y el Siberian Husky, mostraron diferencias significativas en el aumento de estos comportamientos asociados a la adversidad. Otras, como el Golden Retriever y el Labrador Retriever, resultaron relativamente resistentes. Este patrón apunta a la existencia de factores hereditarios que modifican el riesgo individual.

Los autores sostienen que el periodo sensible, junto con los factores genéticos y ambientales, debe tenerse en cuenta en programas de selección y crianza, diagnóstico y tratamiento de problemas conductuales en perros, incentivando la investigación en genética, fisiología y neurociencia para diseñar intervenciones eficaces.