GEMCA reclama respeto por el criterio veterinario en los debates sobre eutanasia animal

Tras la polémica generada por el caso de Gosu, los especialistas en comportamiento animal subrayan la necesidad de diferenciar entre opiniones personales y valoraciones clínicas basadas en ciencia, recordando que la eutanasia humanitaria es una decisión ética y profesional, nunca un castigo.

Estado: Esperando

12/11/2025

A raíz de la cobertura mediática en torno a la eutanasia de Gosu, desde el GEMCA, el Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento de AVEPA (Asociación de Veterinarios Especialistas en Pequeños Animales), observamos con preocupación cómo algunos medios de comunicación están equiparando, como si fueran igualmente válidas, las opiniones ...

A raíz de la cobertura mediática en torno a la eutanasia de Gosu, desde el GEMCA, el Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento de AVEPA (Asociación de Veterinarios Especialistas en Pequeños Animales), observamos con preocupación cómo algunos medios de comunicación están equiparando, como si fueran igualmente válidas, las opiniones de particulares o grupos activistas, sin credenciales ni formación, con las opiniones de veterinarios expertos en la materia, llegando a leerse en prensa manifestaciones como "No hay animales peligrosos, hay humanos irresponsables" o "Nadie puede jugar a ser Dios", que carecen de fundamento científico y devalúan el trabajo de los expertos que, siguiendo criterios clínicos y éticos, adoptan decisiones complejas.

Nos parece importante apelar a la ética periodística para recordar la importancia de preservar la frontera entre la opinión y el conocimiento especializado, por lo que creemos necesario aclarar que:

La salud pública, particularmente en lo relacionado con animales y alimentos, y el bienestar animal, son competencias de la profesión veterinaria, tal y como figura en nuestro juramento hipocrático. Y lo son porque ambas disciplinas deben sustentarse en el conocimiento científico, en la aplicación de metodologías validadas y en la formación acreditada de quienes las ejercen, puesto que conllevan una responsabilidad inmensa.

Tenemos la experiencia reciente, durante la pandemia, del peligro y el perjuicio que reside en equiparar opiniones de profesionales (ej, epidemiólogos) con las opiniones de personas sin la formación necesaria. Repetir ese error en el ámbito del comportamiento y bienestar animal supone una amenaza similar y conlleva la pérdida de confianza social en la ciencia y en la profesión veterinaria.

Si alguien dijera "no se puede jugar a ser Dios" en relación a un trasplante de corazón en medicina humana, ningún medio daría esa declaración el mismo valor que al criterio de un cirujano. Resulta preocupante que, tratándose de animales y de profesionales dedicados a su salud y a la gestión de su impacto en la sociedad, el nivel de exigencia informativa sea tan distinto.

Desde GEMCA pedimos a los medios de comunicación rigurosidad, prudencia y respeto hacia el conocimiento. Otorgar el mismo peso informativo a opiniones sin base técnica y a conclusiones profesionales acreditadas distorsiona el debate público, confunde a la ciudadanía y puede poner en peligro la seguridad colectiva.

Dicho esto, que existan animales peligrosos, en tanto plantean un riesgo inasumible para la salud pública, no es incompatible con que existan personas irresponsables; de hecho, algunos animales son peligrosos porque existen personas irresponsables, pero eso no reduce su peligrosidad.

Ante cualquier problema de salud, ya sea física o comportamental, en los animales, a los veterinarios se nos enseña a realizar un análisis de riesgo como parte del diagnóstico, pronóstico y planteamiento terapéutico. En el caso de los problemas de comportamiento que implican agresividad, ese análisis trata de cuantificar la probabilidad de que, tanto en el momento actual, como a medio y largo plazo, el animal pueda causar lesiones graves a terceros, ya sean personas o animales. Para ello, se valoran muchísimos factores, tanto del animal en particular, como de las potenciales víctimas, como del manejo y el entorno.

Aunque en muchos casos el resultado de ese análisis es que el riesgo es gestionable con las medidas de seguridad adecuadas, en algunas ocasiones resulta claramente inasumible y nuestro deber, como veterinarios y garantes de la salud pública, es señalarlo y actuar en consecuencia. Cualesquiera otros profesionales o ciudadanos particulares que quieran intervenir en este aspecto, están incurriendo en intrusismo profesional y exponiendo a terceros a un riesgo que no es su competencia, ni su responsabilidad legal ni profesional, porque carecen de conocimientos reglados para ello.

Resulta necesario señalar que, en el caso de Gosu, la solicitud de una evaluación por parte de un/a especialista en Medicina del Comportamiento Animal fue planteada por las propias entidades animalistas, con el fin de contar con una valoración objetiva antes de adoptar una decisión. Sin embargo, una vez emitido el informe técnico, ese mismo colectivo lo desautorizó por no coincidir con su expectativa, pasando a deslegitimar la competencia técnica de la profesional interviniente. Esto resulta inadmisible: reclamar la participación de un experto implica aceptar la independencia de su juicio profesional, no condicionar su resultado.

La eutanasia por problemas de comportamiento no es una crueldad, es una medida humanitaria cuando se trata de animales cuya única otra opción, para que sean seguros para la sociedad, es pasar el resto de su vida en una jaula, con el impacto que eso tiene para su bienestar. Es una práctica clínica y ética reconocida por las principales asociaciones internacionales de comportamiento animal, descrita en los manuales de referencia y debatida en foros científicos especializados, y es un tema que ningún veterinario se toma a la ligera.

La eutanasia por problemas de comportamiento no se realiza porque un animal sea "malo", no es un castigo a su comportamiento, se realiza según criterios de seguridad y bienestar animal. Sin conocerlo, ya sabemos que Gosu no era malo, y que era un animal capaz de generar vínculos afectivos, y todas las otras cosas por las que amamos a los animales. Pero, desgraciadamente, también era capaz de enviar personas al hospital y el análisis realizado por una veterinaria especialista en medicina del comportamiento, casualmente con las mayores credenciales que se pueden tener en nuestro campo, ha dictaminado que el riesgo de que eso vuelva a suceder es muy probable y, consecuentemente, resulta imposible de asumir, ni siquiera durante el tiempo necesario para realizar una investigación médica o implementar un tratamiento conductual, que en ambos casos sería prolongado.

Por lo tanto, la eutanasia humanitaria de Gosu ha sido la mejor opción para preservar la salud pública y evitar prolongar el sufrimiento de un animal en condiciones claramente insuficientes para proporcionarle bienestar. Entendemos el dolor que esto ha podido causar a todas las personas implicadas en su caso, pero les animamos a confiar en el criterio del colectivo al que tanto la sociedad, como la legalidad vigente, le ha asignado la tarea de velar por la salud pública y el bienestar animal: la profesión veterinaria. Esperamos que esa confianza les aporte paz.

Silvia de la Vega
Presidenta de GEMCA (Grupo de Especialidad en Medicina del Comportamiento de AVEPA)